LOS JÓVENES Y LA CIENCIA EN VENEZUELA
Por: Yamile Delgado de Smith
Resumen:
El
binomio jóvenes y Ciencia en este trabajo se analiza a partir
de la importancia que ha traído para Venezuela el surgimiento de las
asociaciones para el avance de la Ciencia.
De igual manera, se destaca el rol protagónico que ha tenido la Asociación Venezolana
para el Avance de la Ciencia
a través de sus distintos programas entre los que se quiere destacar El
Festival Juvenil de la Ciencia
creado en 1968 cuya dinámica se motoriza en el estímulo y el premio. Se
reflexiona en torno a la necesidad de despertar en los jóvenes el deseo por la
investigación recuperando del siglo XIX, XX y XXI algunas contribuciones que
ilustran que se ha asistido no sólo en el mundo sino también en Venezuela a
claros ejemplos de innovación. Finalmente, se propone algunas acciones
dirigidas al robustecimiento de la
Ciencia y la tecnología en Venezuela.
Palabras clave: Jóvenes,
Ciencia, Tecnología
1. CIENCIA Y LAS ASOCIACIONES PARA EL AVANCE DE LA CIENCIA
Morles señala que nadie
discute hoy la importancia de la
Ciencia y de la técnica ni su creciente y necesaria
vinculación. Estas actividades humanas constituyen hoy, como diría García Bacca
[1], la “atmósfera intelectual” que respiramos. Lamentablemente, no hay
consenso en cuanto a su definición y contenidos. ¿Qué es la ciencia?, ¿qué es
la técnica?, ¿qué es la investigación científica? Una somera revisión de la
literatura sobre el asunto; Ellul[2] 1963; Popper [3] 1974; Chalmers [4] 1982;
Geymonat [5] 1993; Bunge [6] 1996); Cerda [7] 2000, Babbie [8] 2000, Eco [9]
2000 lleva a la conclusión de que sobre esta materia hay un caos terminológico
y conceptual. Las definiciones conocidas y las relaciones identificadas entre Ciencia,
técnica, investigación científica, experimentación, desarrollo experimental,
hipótesis, teoría, invención, diseño, método científico o ciencia aplicada, por
ejemplo, son generalmente confusas y a veces contradictorias.
En
opinión de Morles [10] las definiciones perfectas o definitivas no existen, y
menos para el caso de los objetos sociales o complejos. Es más, Ciencia y técnica -y sus definiciones-
son entes históricos y, por tanto, cambiantes: ellas no existen en el vacío
sino dentro de contextos siempre dinámicos que determinan su comportamiento.
Señala Maturana [11] que las explicaciones científicas surgen como acciones
humanas reales dentro del dominio de la experiencia de observadores tipo
individuales, y son válidas como tales en una comunidad formada por éstos,
aunque cada observador tipo vive sus experiencias en la completa soledad de su
determinismo estructural como sistema viviente.
El caos terminológico y
conceptual mencionado tiene consecuencias sociales de corto y largo plazo; por
lo cual puede resultar beneficioso cuestionar y superar las definiciones
usuales, sobre todo las versiones utilizadas por la comunidad científica dominante,
sector social que expresa, pero no está convencido, que la Ciencia es un proceso
permanente de confrontación y rectificación de ideas.
La Ciencia y la tecnología, o mejor
dicho la cienciotecnología constituyen un hecho social articulado e institucionalizado
en la sociedad contemporánea. Su rol está distante de los argumentos
primogénitos que le dieron origen, para convertirse en un instrumento claro y
preciso, ser factor de primer orden en el desarrollo integral de la sociedad. Ignacio
Avalos [12] hace una reflexión acerca de
cómo la Ciencia
y en general el conocimiento se han ido convirtiendo en un factor cada vez más
determinante en la constitución y desempeño de las sociedades actuales,
estructuradas en torno al propósito de hacer fluir los procesos de creación,
difusión, adaptación y uso de la información, la tecnología y la innovación.
Según Avalos, "por una
parte, se argumenta como la actividad científica, cada vez más está ligada a
los procesos de desarrollo de tecnologías e innovaciones (de allí que se hable
de la tecnociencia), se vincula estrechamente al mercado, y sus resultados son,
en grado creciente, susceptibles de apropiación y control privados. Y, por otra
parte, se alega como crece el interés por el control social de la Ciencia, sus resultados y
sus aplicaciones, traducido en diversas formas de vigilancia colectiva,
justificadas, sobre todo, desde las exigencias que derivan del desiderátum
representado por el desarrollo sustentable". Este hecho ubica en una
situación de prioridades su difusión, distribución, resultando en este hecho el
carácter público de su abordaje y organización. Un modo importante de tal
circunstancia lo constituyen las asociaciones científicas de promoción,
desarrollo y difusión de los saberes como medio de intermediación entre las
comunidades científicas y la sociedad.
Hablar de los jóvenes y la Ciencia en Venezuela
obliga a tener que reseñar la labor de las asociaciones para el avance de la Ciencia ¿Cuándo surgen las
asociaciones para el avance de la
Ciencia? Esta pregunta es interesante porque se encuentra en
su respuesta una gama de eventos en donde muchos hombres y mujeres han tenido
una labor extraordinaria.
De cara al mundo se reconoce
que las asociaciones para el avance de la Ciencia surgen en Europa por la necesidad, aún
presente, de mantener vínculos con los científicos. De esta manera en la
historia del siglo XIX se reconocen las asociaciones para el avance de la
ciencia de Suiza (1822), Inglaterra (1831), Italia (1839), Estados Unidos
(1848), Francia (1872) y Australia (1888).
En América Latina las
Asociaciones para el Avance de la
Ciencia aparecen en el siglo XX, a propósito del crecimiento,
desarrollo y modernización de los pueblos latinoamericanos. De esta manera, por
citar un ejemplo, 1933 es el año para Argentina, 1948 es el año de Brasil y, en
Venezuela se inaugura la década de los 50 con Avac cuyas siglas pasan a ser AsoVAC en 1954 para evitar confundir las siglas de Avac con las de la Asociación Venezolana
de Autores y Compositores.
Los más nobles motivos
impulsaron esta asociación cuyo eje de preocupación es, sin duda, la gestión
del conocimiento. Hombres de Ciencia, por citar algunos, los doctores Augusto
Pi Suñer, Vicente Peña, Oscar Agüero, Werner Jaffé, Hernán Kaiser y Francisco
de Venanzi están en los inicios de la historia de AsoVAC en Venezuela.
2.
CONVENCIÓN ASOVAC Y ACTA CIENTÍFICA
Dentro de los programas de AsoVAC destacan la convención y el acta científica. La primera convención se
realizó el 29 de enero de 1951 en Caracas contando con la participación de 130
comunicaciones. Para entonces lo que predominaba era las áreas médicas:
bacteriología, parasitología, farmacología, patología, odontología y farmacia.
La última convención se celebró
en Valencia conjuntamente con el 5to. Congreso de Investigación de la Universidad de
Carabobo el mes de noviembre de 2004. Durante esta convención fue posible
registrar los aportes de más de 3 mil investigadores que se organizaron en
cursos, seminarios, simposios, conferencias, mesas redondas y talleres lo cual
denota lo que se ha crecido desde 1950. Las áreas ya no son las mismas. Estas
se han ampliado a otras que van desde la Genética, los estudios ambientales, Arqueología,
Física hasta Ciencias Sociales y Humanística.
Por otra parte, el acta
científica desde junio del año 1950 es el órgano de divulgación de la AsoVAC. Con el acta científica se ha logrado
gestionar el conocimiento así como también el intercambio entre pares, grupos e
instituciones vinculadas en lo regional, nacional e internacional. Cuenta con
un Cuerpo Editorial experimentado, con mucha mística de trabajo. Es financiada
por varios organismos de promoción científica como el Fondo Nacional de Ciencia
y Tecnología (FONACIT), los Consejos de Desarrollo Científico y Humanístico de Varias
Universidades y FundaVAC. Funciona con un sistema de arbitraje, lo que asegura
la calidad de los trabajos aceptados. El contenido de Acta es citado en
revistas especializadas en el registro de la actividad científica internacional.
Estos dos programas y el festival juvenil de la Ciencia se convierten en
el alma de la Asociación.
3. EL
PROGRAMA FESTIVAL JUVENIL DE LA
CIENCIA
Con el propósito de
despertar vocaciones científicas en el seno del estudiantado de Escuela Básica
y Media diversificada, la AsoVAC
creó en el año 1968 el Festival Juvenil de la Ciencia, que tiene lugar
cada año en Caracas y otras ciudades del interior del país. Algún tiempo
después comenzó a recibir ayuda del CONICIT, hoy FONACIT y se celebró un
convenio con este Organismo para incrementar el radio de acción del Programa y realizarlo
en conjunto.
En la preparación para el
Festival se forman equipos de alumnos bajo la orientación de profesores de
educación secundaria y profesores universitarios. Estos equipos trabajan
durante un tiempo determinado en la elaboración del proyecto de investigación,
que es luego expuesto durante el Festival. Un jurado "ad hoc" revisa
cuidadosamente los diferentes trabajos y dictaminan acerca del otorgamiento de las
distinciones a los más destacados.
Con la valiosa colaboración
del Congreso Nacional, Fundación Polar, Intevep, Fundación IBM y otras
instituciones se creó la
Fundación Festival Juvenil de la Ciencia, para apoyar
económicamente tan importante programa de promoción de las actividades
científicas juveniles. En el marco del festival, desde el 2004, se ha recurrido
al happy hour con la Ciencia. Esta es una
alternativa de difusión de la
Ciencia y la tecnología, diversos grupos han estado
experimentando con bastante éxito varias metodologías, una de ellas, la de
conferencias en cafés, restaurantes y librerías.
El objetivo es la
divulgación de temas de Ciencia y tecnología mediante la utilización de
espacios y metodologías alternativas a las tradicionales, con un contenido
altamente académico, pero con un carácter no formal. La conferencia, si bien se
presenta de manera formal con el apoyo de recursos audiovisuales, permite la
conclusión en una conversación más que un debate.
4. LOS
PREMIOS, LA EDUCACIÓN Y
LA CIENCIA
Como señala Klaus [13] existen varios tipos de premios: el premio a la
vanidad. Los humanos, por lo general, son vanidosos, y les gusta recibir la aprobación
del prójimo. Esta búsqueda de aprobación, es quizás el motor más frecuente de
muchos que buscan el aplauso. Esto es, premiar para que el premiado deleite con
su genio. Existe también el premio socializador. El premio para todos. La
medalla que premia los 5, 10 ó 20 años de trabajo continuo ¿O será ésta un
reconocimiento a la paciencia de tanto el receptor de la medalla como de su
prójimo en aguantar convivir por tanto tiempo? Por su puesto, existe el premio
interesado. Premios que se dan, buscando la atención, y quizás la amistad o la
buena voluntad del premiado.
Estos premios son muy utilizados por
entes interesados en la acumulación de poder. Sirven para mantener contentos a
familiares y amigos, y quizás para suavizar los ataques de algún enemigo. También
a lo planteado por Jaffé Klaus
existe el premio al semillero, aquel que premia a la juventud con el propósito
de lograr incentivar en el presente para un futuro mejor.
Es éste el que motiva todos los años a
los jóvenes que participan en el Festival Juvenil de la Ciencia. En ese sentido para el
último celebrado en el año 2004, destacaron por el estado Carabobo los
siguientes trabajos de jóvenes: Etapas de crecimiento de la especia Catteya mosiae a través de la
propagación sexual y asexual in Vitro, de Alfredo Scarano y Gustavo Sanz,
Unidad Educativa San Valentín; Efectos de la infusión de la semilla de uva en
la reducción de los niveles de colesterol en sangre de conejos, de Yesenia
Hernández y Josmar Pérez, Colegio Parroquial Padre Seijas; Diseño de un modelo
de libro texto de matemática con contenido de números racionales para alumnos
de séptimo grado de educación básica, de Kely Bravo y Javier Arias, Colegio
Simón Bolívar así como también el trabajo de José Martínez y Giobeiri Silvera,
sobre extracción del aceite esencial de la piel de naranja para formular un
limpiador doméstico biodegradable, Colegio Cruz Vitale.
Todos estos trabajos surgieron de
inquietudes que fueron estimuladas para propiciar la investigación. Como diría
Genatios y La Fuente [14] el conocimiento es vital y su difusión y
fortalecimiento, o más bien, su democratización una cuestión ética de vital
importancia. Se trata de abrir espacios de participación e intercambio para que
exista una verdadera gestión del conocimiento para todo el conglomerado social,
teniendo siempre presente a los jóvenes. Desde la educación se debe buscar
mecanismos de transformación a objeto de articularla a las nuevas realidades,
signadas por incertidumbres crecientes, por transformaciones cognitivas y organizativas
del todo social que hacen de la totalidad un complejo estructurado que requiere
de la concurrencia multidisciplinaria de los saberes, con el propósito de estar
al servicio de una visión holista, integral y transdisciplinaria tal y como lo
plantea Morín [15].
Este proceso transdisciplinario debe
tener en cuenta un conjunto de saberes básicos. La comprensión de estos saberes
permitiría desde la educación crear espacios de certidumbre y de compromiso
para la generación de una nueva ciudadanía. La educación es la instancia
institucional, por definición, a través de la cual es posible alcanzar los
niveles básicos de la comprensión humana y social.
Para lograr ello, según Morín, la
educación debe estar en capacidad de superar las cegueras del conocimiento que
induce al error y/o a la ilusión además de ubicar el conocimiento como un acto
social complejo no fragmentado, donde lo pertinente y de calidad subyace, donde
la enseñanza, la condición humana, la identidad terrenal, la comprensión y la
ética sean los ejes rectores de una nueva manera de asumir la educación.
Revolucionando lo educativo se estará creando las bases para garantizar un piso
sólido, transcendente y de inserción de lo humano para la constitución de una
nueva ciudadanía.
Las nuevas experticias derivadas de una
comprensión compleja de lo humano, genera espacios de mayor participación de
los jóvenes en la construcción de un nuevo orden social. Se trata de superar
los espacios taylor-fordistas, educativos, fragmentados, masificados para dar lugar
a la participación social de compromiso en la determinación de un nuevo orden
educativo. Ello permitirá involucrar a los jóvenes con sentido y responsabilidad
social.
5. DESPERTAR A LA JUVENTUD
No
hay pregunta mala, detrás de ella hay una inquietud que si se logra activar
puede llegar por la vía de la investigación a grandes descubrimientos. En el
siglo XXI se han revisado las cartas que los niños escribieron a Einstein.
Estas cartas, escritas entre 1928 y 1955, están depositadas en los Archivos
Einstein de Princeton University Press
y de la Universidad
Hebrea de Jerusalén. Su procedencia es muy variada, entre
ellas, Japón, Suramérica, Holanda, Austria, Hungría, Alemania, Sudáfrica,
aunque la mayoría corresponden a niños norteamericanos que conocían que
Einstein se había instalado en Princeton (Nueva Jersey, Estados Unidos).
¿Sobre
qué versan las preguntas en estas cartas enviada a Einstein? Como se señala en
la obra de Calaprice [16] muy variadas son
las preguntas nunca subestimadas por Einstein, entre ellas ¿Los científicos rezan?, ¿El tiempo es la cuarta
dimensión?, ¿Qué es el tiempo?, ¿Qué es el alma?, ¿Qué es el firmamento?, ¿Se
considera usted un genio?”, ¿Qué aspecto tiene? a esto último Einstein contestó “Le diré qué aspecto tengo: rostro pálido, cabello
largo y una modesta panza, además, andares extraños, un puro –si se da esa
suerte- en la boca y una pluma en el bolsillo o en la mano. Pero su tío no
tiene verrugas ni piernas arqueadas y, por tanto, es bastante guapo; y tampoco
tiene vello en las manos, como les ocurre a los hombres feos. Con saludos
cordiales, su tío Einstein”.
Einstein con 15 años era considerado un estudioso
a profundidad de las matemáticas y logra con tan sólo 36
años, en 1916,
presentar la Teoría de la Relatividad general, en la
que reformula por completo el concepto de gravedad. Una de las consecuencias
fue el surgimiento del estudio científico del origen y evolución del Universo
por la rama de la física denominada Cosmología.
Probablemente, la ecuación de la física más conocida a nivel popular es la
expresión matemática de la equivalencia masa - energía, E=mc2,
deducida por Einstein como una consecuencia lógica de la relatividad especial.
Obtuvo el Premio Nobel de Física en 1921 por su explicación
del efecto fotoeléctrico, una de las bases
iniciales de la mecánica cuántica.
Con
sólo 18 años de edad, en el año 1585, Galileo Galilei se dedicó al estudio de
las matemáticas, aunque interesado también por la filosofía y la literatura. De
esa época data su primer trabajo sobre el baricentro de los cuerpos -que luego
recuperaría, en 1638, como apéndice de la que habría de ser su obra científica
principal- y la invención de una balanza hidrostática para la determinación de
pesos específicos. Galileo sentó las bases físicas y matemáticas para un
análisis del movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los
graves en el vacío y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles.
6. VENEZUELA Y SUS EJEMPLOS
Muy
oportunas son las palabras de Di Turi y Castillo [17] cuando señalan que no tener memoria
es como
no haber vivido. Expresan lo siguiente “Somos lo que recordamos y
nada más”. Continúan Di Turi y Castillo señalando que la historia de los países
muchas veces no está escrita con la tinta indeleble de la justicia y, por eso,
se difumina en las enclenques páginas del tiempo. Di Turi y Castillo destacan el trabajo
titulado Inventos, Inventores e Invenciones del siglo XIX del historiador José Luis Bifano [18] en donde
es posible recrearse en tantos aportes que muchos, hoy desconocidos, hicieron
en Venezuela.
El XIX fue
un siglo particularmente violento y precario para Venezuela, sin embargo, un
importante grupo de venezolanos enfocó sus esfuerzos en desarrollar el ingenio para
solventar desde problemas sencillos y cotidianos hasta engorrosas empresas como
la ciencia de volar. Di Turi y Castillo al referir la obra de Bifano destacan
las siguientes:
El recorrido del
café
No
es de extrañar que el café, principal protagonista de la economía local en el
siglo XIX, mereciera buenas dosis de inventiva. El periplo técnico que exigen
los granos de café incluye toda una dinámica de descerezado, lavado, secado,
trillado, separado y venteado, que puso a trabajar el ingenio de muchos
criollos con iniciativa. Uno de ellos fue Alfredo Jahn (hijo) quien en 1883
ideó una máquina para lavar café y otra para secar el grano utilizado en la
finca Los Erasos. El doctor Fernando de la Ville, por su parte, un médico homeópata
caraqueño, también se ocupó del tema e hizo varias propuestas patentadas a
finales del siglo XIX. Uno de sus artefactos servía para guardar el café y el
cacao; otra descerezaba, secaba y trillaba los granos simultáneamente y
finalmente ideó una secadora doméstica.
La máquina de hacer pájaros
El
primer hombre que intentó alzar el vuelo en Venezuela se llamó Carlos Rivero
Solar, vivía en el caserío El Naranjo de Falcón y se inspiró en los gavilanes
para idear un aparato volador al que bautizó El pájaro serrano. El libro de
Inventos... recuerda la odisea de este personaje olvidado que causó conmoción
en su pueblo, el día que decidió conquistar los aires: “Fue así como en 1868,
ante el asombro de los parroquianos, apareció don Carlos con su pájaro rumbo a
la montaña situada al norte del caserío y llamada Soledad. Ya en la cima, a
unos 70 metros
de altura, se lanzó al vacío. Logró mantenerse suspendido en el aire por
algunos segundos, pero perdió el dominio del aparato y se precipitó a tierra
yendo a caer a la copa de un bucare”. No fue el único venezolano que hizo el
intento. Un médico cirujano e ingeniero llamado Weceslao Monserrate, también se
inspiró en las aves e ideó un aparato llamado “La Monserratina” al que
consideró “la empresa más trascendental de esta época”. En 1884 solicitó la
patente de este aparato que según describió, “tiene figura de ave movido por la
potencia que desarrolla el aire comprimido y calentado”. Por lo visto, el
aparato lograba despegar y remontar los aires. El ingeniero Pedro Coll Font
también se inspiró en los pájaros –esta vez en los de grandes dimensiones– para
idear, en 1883, su propio aparato volador. Su propuesta era un “planeador”, con
dos alas conectadas a un eje que sustentaría el cuerpo del piloto, quien
gracias a la fuerza de las piernas podría remontar el vuelo o aterrizar. El
tenaz inventor presentó su propuesta ante el Colegio de Ingenieros donde se
probó infructuosamente y llegaron a la conclusión de que era un “paracaídas
oblicuo imperfecto”. Font insistió, hizo una prueba de vuelo en público,
recibió la patente y, años después, reclamó al diario francés Le Monde Ilustré,
que las bases teóricas de la propuesta de Otto Lilienthal, considerado uno de
los padres de la aviación, eran las mismas que él había patentado 10 años
atrás.
Baúles
con técnica propia
Tuvo
una iniciativa meritoria para los viajeros. Se llamaba Juan P. Benzo e ideó
unos baúles “incombustibles, impermeables e impicables”. Sus baúles estaban
forrados en lata, tenían abrazaderas de metal, una caja interior portátil,
seccionada y con partes de madera. Su invento patentado fue precisamente el
secreto para “teñir, preservar y trabajar esa madera”; utilizada en sus baúles
al estilo inglés o norteamericano.
Locomotora por empuje
Manuel
Félix Delfino fue un inventor con una profunda fe en la fuerza física. En 1894,
presentó su propuesta para una locomotora que prescindía del vapor “u otra
posibilidad energética”, según recuerda el libro de José Luis Bifano. Delfino
proponía que su locomotora sólo requería la fuerza de cuatro hombres para
arrancar y que el empuje sería suficiente. En caso de pendientes, advertía,
sólo haría falta la fuerza de dos hombres. El invento no avanzó demasiado, “ya
que para la fecha se conocían los motores de combustión interna”.
Urnas ambulantes
La
muerte no tiene solución, pero varios ingeniosos venezolanos decidieron hacerla
más llevadera a los dolientes con urnas acordes a los tiempos. Entre ellos,
Federico Bauder quien “el 15 de mayo de 1895 solicitó por 15 años la patente de
invención para la fabricación de sarcófagos portátiles”, según recuerda el
libro Inventos… Su ventaja: eran monolíticos, estaban formados por una pieza,
podían ser construidos en la fosa o fuera de ella y su estructura prefabricada
permitía entierros tan pronto como fuese necesario. El otro punto a favor es
que quedaban cerradas herméticamente y de manera instantánea. Así evita a los
deudos y amigos permanecer más de media hora al pie de la fosa esperando que
los albañiles tapen la bóveda.
Se tejen alpargatas
Era
el calzado popular –barato, democrático y fresco– y por eso no es de extrañar
que muchos venezolanos fueran cautivados por la idea de tejer alpargatas con
propiedad. Varios inventores de vocación propusieron máquinas para tejer las
“capelladas”. El ingeniero Pedro Coll Font solicitó en 1890 la patente para la
máquina que las hacía “lisas y labradas”; Antonio Olivero propuso una máquina
que no sólo hacía las capelladas, “también los correspondientes talones”. Por
su parte, el valenciano Diego Estopiñán propuso un artefacto que las hacía “de
un solo hilo de crochet o pabilo”. Otra propuesta fue de Alejandro Plaza.
Yuca
rallada
Ante
los ojos apurados del siglo XXI, quizá resulte poco relevante un rallador de
yuca. Pero para la Venezuela
agraria de dos siglos atrás, estas ideas eran las que daban dividendos. Esta
máquina, ideada por Manuel María Quevedo, al parecer era sumamente productiva:
“trabaja de seis de la mañana a cuatro de la tarde y ralla diariamente de 14 a 18 quintales”, según
atestiguó el inventor. La máquina –apta para rallar yucas, batatas o auyamas–
tenía un depósito donde se colocaba el alimento, un rallo de ruedas de hierro y
los engranajes activados en forma manual.
7. REFLEXIONES
FINALES: CIENCIA Y FUTURO
La Ciencia, la tecnología y la
innovación son hoy un factor cada vez mas presente en la
constitución de la sociedad moderna, de allí que se haya acuñado la “sociedad
del conocimiento” como un término que intenta definirla. Al mismo tiempo existe
una visión crítica y cuidadosa acerca de ella y de su relación con la sociedad.
Hay exigencias desde el punto de vista ético, político, económico y ambiental,
al punto que desde tiempo atrás, se viene pregonando la necesidad de establecer
un nuevo “contrato social” que regule sus vinculaciones con la sociedad, en
términos de una mayor responsabilidad y de una mayor evaluación de su
desempeño. Como sostiene Ávalos, “Todo
esto conforma un panorama radicalmente diferente del característico de los no
tan lejanos tiempos de la “República de la Ciencia”, en los que la Ciencia era, para casi
todos sus efectos, un asunto que casi exclusivamente concernía a los
científicos, fuente incuestionable, además, de progreso y bienestar”.
No
obstante lo anterior, habría que hacer énfasis que en Venezuela,
fundamentalmente a partir de 1999, se inicia un proceso de reorientación de la Ciencia y la tecnología.
En ese sentido hay una centralidad que tiene su fundamento en
reconceptualizaciones contenidas en importantes documentos entre los que viene
al caso citar la
Declaración sobre la Ciencia y el Uso del Saber Científico (adoptada
por la Conferencia
Mundial sobre la
Ciencia (Budapest, julio de 1999); la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela [19] que en su
artículo 110 consagra el carácter público de la Ciencia y tecnología,
asunto éste que genera importante impacto en la orientación de la actividad,
toda vez que la misma alude a un marco legal regulatorio de la misma; las propuestas de Ley de Educación
Superior [20]y el rol que desempeña el Ministerio de Ciencia Tecnología como
órgano rector del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación.
De
manera que desde esta perspectiva, sin pretensiones de exhaustividad, se
configura en el país un nuevo contrato social que reordena y relanza la
relación entre sociedad y Estado, comunidad científica y Estado desde el pivote
conceptual y doctrinario contenido en el artículo 2° de la Constitución de la República Bolivariana
de Venezuela que reza, “Venezuela se constituye en un Estado democrático y
social de derecho y de justicia…”
En este
contexto, gravita el nuevo contrato social y ha ganado terreno la convicción de que deben replantearse las relaciones de la Ciencia y la tecnología
con la sociedad. En este sentido, se impone una profunda renegociación basada en una estrecha y responsable
relación con la sociedad, como ha quedado expresado, por citar un ejemplo, en
el Plan de Acción elaborado por la Comisión Europea (2000), en el cual se establece
que “la Ciencia, la tecnología y
la innovación deberán reconsiderar su contrato social y establecer su
planificación en función de las necesidades y aspiraciones de los ciudadanos
europeos” y en igual dirección fue la declaración final del Congreso Mundial de
Ciencia, efectuado en Budapest en el año 1999.
En
este nuevo marco de interpretación y realización de la actividad debe
plantearse nexos distintos y fundados en el supuesto de que las prioridades de
la investigación, la magnitud de sus fondos, su estructura organizativa y la
utilización de sus resultados deben ser examinados de manera democrática, no
sólo dentro de las cuatro paredes de los laboratorios, en las oficinas
gubernamentales o en la mesa directiva de las empresas.
Se
plantea, además, el propósito de que la orientación del trabajo de los
investigadores, vale decir, de las áreas que le conciernen, de los problemas
que encara, de las preguntas que se hace, de sus métodos y del patrón que
adoptan sus aplicaciones, se guíe por agendas de trabajo vinculadas a intereses
amplios de la sociedad, sin segmentaciones, y en atención a las prioridades
señaladas por los órganos rectores del Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología
e Innovación que permita, dentro de los conceptos de inter, multi y transdiscipinariedad
superar la vieja y perversa práctica de orientar la actividad investigativa a
partir de lo disciplinar y la arrogancia de unas disciplinas sobre otras, sino,
adoptar una conducta que gire en torno a lo que pudiésemos llamar “enfoques
integrados” como la manera más apropiada para comprender y transformar
armónicamente y sustentablemente la realidad.
Con
base en lo anterior, la gestión del capital intelectual debe asumirse desde una
concepción estratégica. Se entiende que el capital intelectual es un componente
de la organización estructurado en una red de sistemas interdependientes.
Siguiendo esta línea de pensamiento es necesario y pertinente concebir la
conformación del capital intelectual con el respaldo de una explícita,
armónica, conceptual y doctrinaria gestión y disposición a transitar por los
nuevos caminos que marcan las novedosas formas de hacer Ciencia.
Debe
ir fraguándose dentro del marco del planteamiento de ese nuevo contrato
social. Cómo conciliar la libertad de
investigación con la responsabilidad pública, el acceso general a los
resultados y beneficios que produce la Ciencia con los legítimos intereses particulares
de quienes la estimulan y promueven, la difusión con la propiedad, el
crecimiento económico con el equilibrio ambiental, el mercado con las llamadas
“demandas no solventes”, el largo plazo con el corto plazo, el interés
colectivo con el interés privado. Cómo hacer, en fin, para que estas cosas y
otras muchas, relacionadas con ese contrato, sean entendidas, en sus múltiples
facetas, como asunto de preocupación colectiva.
En los jóvenes no hay pregunta fuera de
lugar, hay que estar atentos con ellos cuyas inquietudes suelen estar teñidas
de inventiva y creatividad. Como señala el profesor Falcón [21], en un artículo
de su autoría del año 1979, estando cursando el 5to. año de bachillerato; por
ejemplo, si algún alumno “avispado” le pide al profesor que le hable más acerca
de las valencias del átomo, por ejemplo, entonces éste le dirá “eso es materia
de cuarto año” o “eso no lo pide el programa”. Las consecuencias no se hacen
esperar, nos graduamos de bachilleres y no sabemos el cómo y el porqué de
conceptos, términos y fórmulas; que son materia de años precedentes y son argumentos
que no están en el programa.
Esta situación debe evitarse porque la creatividad
y la innovación no tienen edad. Por eso, desde los hogares y las aulas de
básica y aún superior hay una labor en donde todos podemos ser protagonistas si
encontramos en las preguntas de los jóvenes una fuente de inspiración para
investigar y buscar respuesta que animen a contribuir con la Ciencia y tecnología.
Referencias Bibliográficas
[1]GARCÍA BACCA, J.,” Ciencia, técnica, historia y
filosofía”. Universidad Central de Venezuela: Ediciones de la Biblioteca, Caracas, 1984.
[2]ELLUL, J. “The technological
order” Wayne State University Press, New
York, 1963.
[3]POPPER,
K. “Conocimiento objetivo. Un enfoque
evolucionista”, Editorial Tecnos, Madrid, 1974.
[4]CHALMERS, A. “Qué es esa cosa llamada Ciencia”, Siglo
Veintiuno Editores, Madrid, 1982.
[5]GEYMONAT,
L.,”Límites actuales de la filosofía de la Ciencia”, Gedisa, Barcelona, 1993.
[6]BUNGE,
M., “La Ciencia,
su método y filosofía”, Ediciones Nacionales, Bogotá, 1996.
[7]CERDA,
H. “Los elementos de la
Investigación Social”, Ediciones El Búho, Santa Fe de Bogotá,
2000.
[8]BABBIE,
E., “Fundamentos de la
Investigación Social”, Ediciones Thomson México, 2000.
[9]
ECO, H., “Cómo se hace una tesis”, Ediciones Gedisa, México, 2000.
[10]
MORLES V., “Acerca de la Ciencia
y la tecnología: critica a los conceptos dominantes en Acta Científica
Venezolana, 52: 147-154, 2001.
[11]
MATURANA, H., “La realidad:¿objetiva o construida?, Fundamentos biológicos de
la realidad, Ediciones Anthropos, Barcelona, 1997. Pp.76.
[12] AVALOS I., C. Bifano, H. García y A. Pirela, “Ciencia y uso del conocimiento en Venezuela
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[13] KLAUS J. “Discurso del Secretario General saliente, en la entrega del
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