lunes, 29 de agosto de 2011

Violencia en el noviazgo: urge debatir roles de género

Por Sandra Chaher

La violencia durante el noviazgo preocupa por sus consecuencias inmediatas (maltratos y feminicidios de mujeres jóvenes) y porque suele ser el germen de vínculos violentos que se extienden por décadas. Tiene características diferentes a las que se dan en las relaciones de personas adultas y un hándicap enorme que aún no ha sido suficientemente aprovechado: la posibilidad de deconstruir los roles estereotipados de género desde la escuela y hacer espacio a modelos diversos e igualitarios.
Hoy, el Tribunal Oral II de La Plata decidirá qué pena da al acusado de haber asesinado a Paula Polichella, una adolescente de 19 años, en el 2006. El posible victimario se llama Lucas Carrieri, tiene hoy 28 años, y era el novio de Paula cuando fue asesinada.
En octubre del 2006, Paula –mamá de un nene de cuatro años- salió de la casa donde vivía con su hermana, su cuñado y su hijo, para ir a ver a Carrieri y no volvió. Cuando la familia de ella lo contactó, Carrieri tenía las manos lastimadas pero dijo que Paula no estaba con él, que lo había acompañado apenas unos minutos y se había ido a Berisso a ver a un amigo. 25 días después, un grupo de obreros encontró el cuerpo de Paula en estado de descomposición en un camino vecinal de San Miguel del Monte. La habían degollado y apuñalado once veces con un cuchillo tramontina.
Las estadísticas no oficiales de feminicidios (realizadas por organizaciones de la sociedad civil porque el estado argentino está por ahora ausente en este tema) dicen que las adolescentes de entre 13 y 19 años fueron entre un 6% y un 20% del total de mujeres asesinadas por razones de género en Argentina en los últimos tres años.
'Son datos que deben comenzar a tenerse en cuenta en el diseño de campañas de concientización y visibilización de la violencia contra las mujeres porque en general los mensajes hacen foco en las mujeres adultas –señala la periodista especializada en feminicidios Gabriela Barcaglioni-. Y también en el diseño de políticas públicas de prevención porque hay que trabajar con más énfasis con las y los adolescentes en su formas de vinculación en la etapa del noviazgos.'
Barcaglioni lleva desde hace años un registro estadístico de los feminicidios de mujeres que se producen en Argentina de acuerdo a las publicaciones en seis medios de comunicación y que desde fines del 2007 es publicado por Artemisa Noticias (ver 8 femicidios en mayo). Según estos datos, en el año 2009 fueron asesinadas 27 adolescentes de entre 13 y 19 años (20%); en el 2010, 15 (12,3%); y en lo que va del 2011 ya fueron asesinadas 10 (17, 2% del total).
El registro del Observatorio Marisel Zambrano, de la Asociación Civil La Casa del Encuentro, que hace también un relevamiento basado en medios de comunicación (pero de mayor volumen), es de 13% en 2009 (hasta 18 años) y de 6,5% en el 2010. 'Una característica de estos femicidios –analiza Barcaglioni- es que los victimarios son predominantemente parejas y ex parejas de las víctimas, en un porcentaje más alto que en los casos de mujeres adultas. En muy pocas situaciones es un desconocido.'
Los feminicidios no son hechos aislados –mucho menos en los casos en que se producen  en el marco de vínculos de pareja- sino la última etapa de un ejercicio permanente de violencia y terror. Una mujer asesinada en el marco de una relación afectiva, antes fue víctima de maltratos, humillaciones, desprecios, y probablemente golpes y abusos sexuales por parte de ese mismo varón. Es decir que antes de llegar al asesinato, hay etapas en que la violencia quizá pueda ser detenida. En el caso de las adolescentes, esa etapa es la del noviazgo.
¿Cómo son las relaciones?
Durante el noviazgo, la violencia de género adquiere características propias vinculadas a la particularidad de ese momento de la vida. 'Nosotras tuvimos muchos casos en los que en relaciones muy cortas, de apenas uno o dos años, ya están instaladas las características de la violencia emocional e incluso física, con el ciclo de la violencia que se cumple por completo –agresiones, estallido y reconciliación- en períodos muy cortos de tiempo. A veces en el mismo día, varias veces. Es una etapa en que se da mucho pegoteo en las relaciones, a veces están todo el día juntos, se aíslan de los amigos…' señala la psicóloga Miryam Pérez, integrante del Centro de Asistencia Vivir Sin Violencia del Municipio de Morón.
En este espacio, entre 2007 y 2009 se armó, por la alta demanda, un grupo específico de atención para chicas menores de 20 años. 'Llegaron en la mayoría de los casos acompañadas por alguien: hermanas, madres, tías y en menor medida los padres. Pero la familia no  se daba cuenta de la situación porque ellas lo contaran sino porque las veían lastimadas o que el novio las maltrataba.'
- ¿Ellas no se percibían como víctimas de violencia?
Muy poco. En general se sienten muy culpables, creen que son responsables del enojo de los varones y tienen muchas expectativas en que ellos hagan cambios.
-¿Y cómo se resolvían estas relaciones violentas en el marco de los grupos y talleres?
Se fueron disolviendo, pero con muchísima lentitud. Ellas no tenían una asistencia permanente a los grupos, vinculado creo a la ilusión de cambio. Cuando ellos prometían que iba a modificar conductas, algunas dejaban, y aparecían unos meses después cuando se reiniciaban los conflictos. También se juega la culpa y la percepción de que no son víctimas porque ellas también pegan o la devuelven, que a veces ganan ellas y a veces ellos. Es cierto que ellas también pegan, que controlan, se defienden e incluso aparecían cosas como 'él me cagó, ahora lo cago yo'. Esto tiene que ver con el dinamismo de esta etapa evolutiva. Y eso es en parte lo que les impide percibirse como víctimas. Para las mujeres adultas, en cambio, está más instalado que son víctimas y que hace mucho toleran la situación de violencia.
- ¿Pasó que hubiera madres o padres que trajeran a sus hijas y se reconocieran como víctimas y maltratadores?
No, en general las madres y los padres no se dan cuenta que ellos también tienen establecidas relaciones violentas, incluso habiendo violencia física. Están escindidos: los problemas los tiene la hija.
El origen
La construcción de relaciones violentas se apoya en estereotipos de género discriminatorios: modelos culturales de mujeres subordinadas y dependientes de varones poderosos y autoritarios que ejercen la violencia como una estrategia de dominación. Durante el juicio que se le sigue a Lucas Carrieri por el posible asesinato de Paula Polichella, varias personas que atestiguaron dijeron que Carrieri la había amenazado de muerte y que estos ataques recrudecían ante la posibilidad de que ella terminase la relación (ver Lo juzgan por degollar a su novia, Paula Polichella, y ocultar el cadáver).
Los roles estereotipados de género son aprehendidos por chicas y chicos en el hogar, la escuela, los medios de comunicación y se refuerzan en el intercambio social. Para abordar la violencia en las relaciones es imprescindible que estos estereotipos sean cuestionados y aparezcan modelos con mayor diversidad e igualdad. Que hablen de mujeres reales que ya hoy ocupan espacios de poder, y de varones también reales que comienzan a asumir compromisos con su vida emocional y con la crianza y el sostenimiento del hogar, y también de modelos de colaboración, empatía y participación a los que aspiramos.
Para esto el debate sobre los roles de género debe entrar a la mayor cantidad de espacios sociales y políticos. De acuerdo a la Ley 26.150, de Educación Sexual Integral, sancionada en el 2006, es obligación del Estado impartir educación sexual integral en todos los niveles del ciclo educativo. En el año 2008 se establecieron los lineamientos curriculares de la ley -un piso mínimo para que las escuelas desarrollen los contenidos-, en el que participaron todos los sectores de la sociedad interesados en hacer aportes en el tema, y estos contenidos fueron aprobados de forma unánime por el Consejo Federal de Educación. Sin embargo, hay provincias que se resisten a incorporar la educación sexual como parte de la currícula y en general este debate está aún ausente en la mayoría de las escuelas del país.
Por otra parte, La Ley 26485, de Violencia de Género, sancionada en el 2009, señala como obligaciones del Ministerio de Educación la inclusión de contenidos con perspectiva de género, el respeto y la libertad en las relaciones interpersonales, la igualdad entre sexos, la democratización de las relaciones familiares, la deslegitimación de modelos violentos de resolución de conflictos; la formación para que el equipo docente pueda detectar la violencia de género; y la revisión y actualización de los libros de texto de tal forma de eliminar los estereotipos de género y proponer modelos de igualdad.
Construyendo nuevas subjetividades
La Colectiva Feminista La Revuelta, de la provincia de Neuquén, integrada en gran parte por docentes, realizó en el 2010 un taller sobre noviazgo adolescente con alumnas y alumnos de nivel medio justamente para trabajar en la percepción de estereotipos, la de desnaturalización de la violencia y los mandatos de feminidad y masculinidad.
María Trpin, una de las integrantes de La Revuelta que participó del taller, cuenta que algunas de las situaciones inesperadas y de deconstrucción con las que se toparon fueron 'el reconocimiento por parte de algunos varones de que nunca antes habían interpretado los celos como una forma de violencia, o la desilusión de que el grupo de música que escuchan es machista, o el reconocimiento por parte de las chicas de haberse sentido presionadas por sus novios para tener relaciones sexuales sin protección, y de los chicos de ser acosados por sus novias pero no atreverse a denunciarlo por temor a la burla'.
Sobre el final, escribieron frases sobre lo que habían trabajado que Trpin valora porque 'dan cuenta de sus opiniones a favor de construir relaciones basadas en la confianza, respetuosas de sus derechos y en contra de la violencia machista'. Algunos de los textos redactados fueron: 'Si me querés, ¿por qué no me cuidás?', 'No usar a las mujeres como objetos', 'No me toques si no quiero', 'El machismo contamina' y 'No seamos cómplices de la violencia, entre otras.
Laura Ferreira -ex asesora en género y ex supervisora del equipo de Violencia Familiar de la Dirección General de Promoción y Fortalecimiento Familiar del Municipio de Tigre- que en el 2010 realizó una encuesta y talleres con población adolescente del distrito (ver Un diagnóstico posible sobre la violencia en el noviazgo), tiene también una percepción positiva en relación a las posibilidades de cuestionar los estereotipos de género y construir nuevos discursos por parte de las y los adolescentes. Y, al igual que las integrantes de La Revuelta, enfatiza el rol fundamental que podría y debería cumplir la escuela, y sus integrantes, en esta resignificación. 'Hay una enorme necesidad de participación de chicas y chicos en estos temas, pero a la vez aparece cierta resistencia de las escuelas. Es urgente que los planteles docentes sean capacitados' afirma Ferreira sobre la experiencia que tuvieron en Tigre.
En un libro de reciente aparición, Toda educación es sexual, Graciela Morgade – compiladora y que participó del diseño de los contenidos curriculares de la Ley 26.150- observa el rol de la escuela en el debate sobre el género y la sexualidad como una oportunidad de revalorizar y resignificar también el rol mismo de la educación media en medio del desinterés y la apatía que genera este espacio para las personas jóvenes. 'La tarea docente puede adoptar un carácter fundamental como productora de espacios generadores de la subjetividad –señala-. …(y) uno de los vectores de construcción de la subjetividad, la sexualidad, puede transformarse en una temática que permita  a las escuelas crear, al menos, algunos ‘momentos’ con sentido.'


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